jueves, 1 de marzo de 2018

¿Me enamoras?

Te lo pregunto porque siempre me ha gustado entrar a todo a pies juntillas. Siempre a todo, pidiendo permiso. Te lo pregunto con moderación, sin ánimo de lucro y sin ofensa a tu libertad de respuesta. Te lo pregunto a conciencia de todo relato anterior. ¿Me enamoras? Pero más como ilusionado que como dubativo. ¿Me enamoras? Como intención y causalidad. Como efecto más que como consecuencia. ¿Me enamoras? Pero de verdad. Pero real, muy real. De estas veces que el verbo dice muchísimo menos que la acción. De estos quererse de sentimiento. De estos de vamos a vernos aunque estemos a mil kilómetros de lugar.

Me enamoras. Pero sin signos de interrogación ni puntuación que catalogen. Me enamoras como en todas en las que me has ganado doscientas o trescientas veces según mi parecer. En todas esas donde me dejé perder. Me enamoras. Pero a conciencia de que todo lo que vendrá será mejor. Y a sabiendas que al principio sólo bastó con verse. Sin tocarse, pero a ojos de que todo cuadraba. De que todo iba, sin irnos.

¿Me enamoras? Y me lo envuelves todo para regalo. Que me lo llevo. Que me lo compro. Que nos lo quedamos. De estas veces que da gusto quedarse. Llevarse. Dejarse arrastrar a cualquier lugar. ¿Me enamoras? Pero con esa sonrisa frágil y rota con anterioridad, para volverla a recomponer en cada beso. En cada vicio de la palabra nosotros. ¿Me enamoras? Pero de estos amores fríos de invierno a pie de playa. Del este. De pijamas y series de café. De esos me enamoras de domingos. De esos puentes largos de vida. De hogar. Tan intensos. Tan imposibles de consumir.

¿Me enamoras? Y le decimos al tiempo que nos espere. Le pedimos a la vida que nos vuelva a juntar, a la suerte que nos deje perder. ¿Me enamoras? Y nos dejamos de tantos no como respuesta, de tantas historias de nunca acabar.

Me enamoras y me lo cuentas aquí flojito en el labio. A la altura de las ganas. A la altura del muerde que quiero más. Y me enamoras, y nos decimos cuantas veces hemos firmados unos jamás, y le negamos la palabra a los nunca, dándole rienda suelta a todos los siempre. Invitando a nuestros cuerpos a un abracito más de sofá.

Y entonces, cuando nadie se dé cuenta, vas y me lo lanzas. Me lo dejas caer sin previo aviso. Cuando quieras, vas y me lo devuelves. 
Cuando quieras, como quien no quiere la cosa, vas y me haces dudar:

¿Me enamoras?

1 comentario:

Escribe bonito...