sábado, 12 de agosto de 2017

Solamente a dos...

No se trata de tener química. Se trata de ponernos patas arribas todo el concepto físico. Todo el espacio. Todas las redes sociales. Que ya no todo lo que ocupa es material. Que no toda la energía se transforma. Que no todo lo que cuenta tiene porqué ser contado. Te lo digo porque nos han empezado a dar igual hasta las unidades. Nos dan igual los kilómetros. A la porra todas ésas de longitud que nos tienen tan lejos como esperanzados. No pienso perder más el tiempo en contar a cuantos pasos estamos de un hipotético principio. Como si no hubiera empezado ya. Como si no nos estuviéramos buscándo desde entonces.

Desde aquella noche nosotros, lo que quiera que fuéramos antes de vernos, ya no somos. Lo digo porque ya no medimos las distancias en metros. Que tú y yo no estamos a setecientos catorce kilómetros. Que ya no es que sea ganas de volvernos a encontrar sino que es que ni si quiera se puede llamar velocidad. Que ya no es espacio partido por tiempo.

Desde aquella noche, lo que quiera que pensáramos antes de despedirnos, ya no se piensa igual. Que ya no es amor lo que se pide, sino compañía. Que ni si quiera rozamos besos, y ahora mismo mataríamos por probarlos. Ahora lo que estamos incitando es a la frecuencia. La frecuencia con la que te escribo, la frecuencia con la que apareces por aquí, o por mensaje privado, la frecuencia con la que tardas en contestar. Al fin y al cabo frecuencia.

Quererse a un par de unidades de longitud que van a quedar establecidas nada más que te termines de leerte este texto. Que estamos a dos de rozarnos los labios. Estamos a dos de acabar en cama. De pasar una noche de desenfreno. Estamos a solamente dos de ropa tirada en el suelo. A dos piernas salvajemente apretadas contra todas nuestras ganas. A mañana de desayuno en cama. Estamos, de querernos, a dos, solamente a dos.

Porque tú y yo estamos a dos milagros. 

A dos malditos milagros...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe bonito...