viernes, 18 de agosto de 2017

Me voy

Me voy. Pero de verdad. De estos que no vuelven. Que cogen las maletas, y se piran. Y te dejan ahí con toda la ropa por planchar. Con todas las ganas en la sartén. Me marcho, me mudo, huyo. Como lo quieras tú llamar. Ahí te quedas con todas las esperanzas puestas en mí. Ahí te duelan, porque no te quepa la menor duda de que esta noche vas a pensar en mí.

Y no vuelvo. Te aviso que no pienso volver. Que esto es un adiós de campeonato. Más o menos parecidos a los de tus ex pero con sentimientos a flor de piel. Te jodes, y no pongas esa cara pero mira que te lo avisé. Me vas a perder, me vas a perder y mira tú por donde ya, lo que se dice ya, ahora te ofende hasta el leer.

Y no, no te pongas de justa y de mira, no sé qué, perdóname. Porque asumo toda la culpa de los siete mil ticks azules que me enviabas por doquier. La responsabilidad de no dejarte bien claro que te amaba cuando te vi por primera vez. Asumo que no estuve a la altura de tus bonitos tacones y que si algo he aprendido en esta vida es que marcharse, a veces, es amarse a más no poder.

Sé que dejo muchas cosas que me gustaban. Ahí se queda tu sonrisa. Ahí el moreno de tu piel. Ahí escondidas están tus vergüenzas, ya ocultas por timidez. Me reservo el derecho a no hablar de tu nombre, que me tiene en vilo desde que se presentó y que, preguntó a los labios de otra si tenía pareja, si estaba enamorado, si tenía cuello que morder. Me guardo tu solicitud de amistad, tus fotos de instagram, tu indirecta a intercambiar cualquier excusa de verse.

Por eso hoy cojo el camino y me voy. Mirando de reojo como reaccionas a mi último párrafo. Deseando de que algún día me agarres del brazo y me sueltes:

No te vayas,

Quédate.

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