domingo, 18 de junio de 2017

Ahí, donde siempre solía perderme

Las guardo. Ahí están. Parando el tiempo donde me miraste. Esas que estaban firmaditas para mí: Con cariño. Toma, Don Nadie, para que nunca, y óyeme nunca, te olvides de mí. Enviando... Vibra el teléfono. El corazón se asusta de emoción.
Me llega una foto con tu nombre. La miro. Te miro. Se me van los ojos a tu boca, lugar que he pseudodenominado como: "Ahí, donde siempre solía perderme." 

No hay ninguna que no haya pasado por alto. Todas tus fotos las he vuelto a observar más de siete veces. Lo sé. Cobarde. Pues a cambio de nada, tengo todas tus miradas. Todas las veces que yo quiera. Tus labios 'sonriéndome' gratis. Tu pelo dándole naturalidad a tu robado. Robado. Así es como se siente uno. Ausente de palabras. De compensación. Se escapa un guapa entre mis pensamientos. Se escurre entre mis dedos un te quiero que nunca llega a teclearse.

Me gustan tus fotos. Por la molestia de regalarme un trocito de ti. Un viaje en el tiempo. De futuro. Porque he recreado todas tus instantáneas. Pensando que algún día sea yo el culpable de tu mirada. El objetivo de tu sonrisa. Y en blanco y negro te recreo pidiéndome un beso mientras una cámara te enfoca. 

Te imagino semidesnuda en la cama de sábanas blancas, buscándo mis ojos detrás de la lente. Buscándome la sonrisa en cualquier gesto infantil de tu rostro. Un guiño, un beso desde lejos. Una muestra de tener ganas. Entonces te muerdes el labio y acercas tu dedo índice ahí, donde siempre solía perderme. Retrato el deseo y voy a saciar mis ganas.

Ya perdido, vuelvo a la foto que me hizo pensar todo lo anterior. Y me doy cuenta que sin tener patria, reino, ni barco, derivo por todas las imágenes que me regalas desde donde estás. Entonces empiezo a prometer cosas. Empiezo a prometer besos. Enumerarte abrazos. Defiendo mi querer, y justifico casi todas las promesas. Algunas porque empiezo a querer quererte. Otras porque empiezas a querer conocerme. Otras las dejo sin respuesta. Esperando a que tu curiosidad mate el siguiente párrafo.

Algún día prometo encontrarte.

Algún día ahí, 

donde siempre suelo encontrarme.

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