jueves, 28 de diciembre de 2017

Que te vaya bien

Que te vaya bien. O mal. O ni fú ni fa. Me da igual. Me la refanfinfla. Me la pela. Pero que te vayas. Tú que solías tener el verbo irse tan usado como todos tus "te lo prometo". Tú, que solías irte con el primer cualquiera que se vendiera bien. A ti, que siempre te ha gustado más un don pañuelito de lágrimas de usar y tirar que una vida juntos. Que te vaya bien.

Que te largues. Pero bien lejos. Bien distante. Allá donde no te pueda ver. Elimíname de tus redes sociales, de tu lista de invitados, de tu 2018. Quita mi nombre de detrás de todas esas palabras envenenadas "tenemos que quedar". A mí elimíname de tus propósitos de año nuevo. Bórrame de todas tus fotos futuras de instagrma.

Que te vaya bien. Pero bien del bueno. No del que nos esforzábamos en sacar de tanto en tanto en whasapp. Que te vaya bien, pero sobre todo que no me lo cuentes. Que no me lo vendas como historia o estado actual. Tú a lo tuyo, lo que siempre has intentado preservar por encima de lo nuestro. Que no hubo ni nuestro, pero bueno siempre ha sido una ilusión intentar vendérnoslo como eterno.

Que lo disfrutes, que lo aproveches. Que te vaya bien. Que si algún día nos volvemos a encontrar no será más que para discutir sitio en cualquier otro intento. El que provocábamos cada vez que tú te lanzabas sola a mi consuelo. Cada vez que yo iba a devolvértelo como abrazo, roto, pero contento.

Que te diviertas. Que te mejores. Y que adiós muy buenas. Que ya me basto yo solito para soñar despierto. Que ya conmigo me basto para quererme bien, para joderme mejor.

Que te vaya bien en tus promesas incumplidas, en tu hipotecada vida, y en todos tus "a ver si quedamos". Que te vaya bien lo que resta de año y todo lo que juntitos pero bien separados fuimos difuminando
: la palabra, nuestros niños, el porche, las fotos, los cuadros.

Y que buen comienzo de año y todas esas palabras que suenan a anuncio de ropa por navidad,

Que te vaya bien,

Pero sobre todo,

Que te vaya bonito.

martes, 26 de diciembre de 2017

Nadie Se Molesta



A estas alturas del año yo ya no creo en el amor. Ni en el sentimiento si quiera. He perdido toda fe en los “te quiero”. Nos preocupa más la compañía que la compañera. Más el wifi que la palabra. Porque ya se ha devaluado el con quién. Porque ahora lo que importa es el dejarse querer, en detrimiento del vamos a querernos. Yo ya he dejado de creer en el “alguien para ti”. Ya no creo en el destino y muchísimo menos en el “todo llegará”.

¿Qué va a llegar? O mejor dicho ¿Quién va a llegar? Si todo se va. El año, las horas, la oportunidad. Que observando a las personas nos hemos dado cuenta que nadie se molesta. Absolutamente nadie. Nos hemos escudado tanto en el daño que ya no nos molestamos en dar el primer paso. A estas alturas del año quien manda es el orgullo. Mirando el físico como si fuéramos el adonis a conquistar. Protegiéndose en la genética que un día, tarde o temprano, las cremas no te lo van a solucionar.  

Toda la sociedad escudada en el “ven tú”. En el “halágame mientras tanto”. Nos han puesto tanto los cuernos que ya cualquiera es culpable de tanto fallo. Que a día de hoy quien se lanza, que sepa, que va en busca de un corazón herido. Que se sepa, que quien se lance, va de cabeza a estallarse contra una pared llamada desconfianza.

Porque ahora nadie se molesta. Absolutamente nadie. Nadie ya, se deja querer. Ni nadie mira más allá de su ombligo. Ya nadie se molesta en dedicar tiempo a otro. Ni nadie da algo a cambio de nada. Se ha perdido el altruísmo de las relaciones. Y ya todo el mundo sospecha de que si viene es porque algo quiere.

Ya nadie hace el amor. Ni lo considera importante. Vivimos en una sociedad del yo. Porque yo, porque yo y porque yo. Y ahí estamos, algunos escribiéndole a folios bien en blanco, otras leyendo por desamor. Ahí vamos regalando palabras que ya no llenan porque hubo otro tiempo donde nos las vendieron como definitivas. Y sin embargo no fueron. Que por culpa de ese que ya no está, andamos dudando hasta de nuestro corazón. Negando cualquier sentimiento de quizás. Cualquier pellizquito de ése era.

Ya nadie se molesta. En un mensaje, en unas cervezas, en un “vamos a intentarlo”. Todo bajo un “si no lo haces tú, yo ni me voy a molestar”. Que es el nuevo mensaje viral del año. La nueva moda del me quiero demasiado.

Y jode. Molesta y mucho. Molesta que aunque se lea, nadie se moleste en escribirse. Menos mal que alguien viene y te dice que te quiere. Menos mal que hay un cualquiera que le da a tus ojos lo que tu boca no dice. Se lo dedico a tu lunar,

Firmado, uno que se molesta.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

¿Por qué no vienes?

¿Por qué no vienes y me lo cuentas? Al oído. Al borde del labio. En un sitio donde sea muy nuestro. Donde nos dejemos llevar. Vienes y me lo cuentas. Lo que sea. Lo que quieras. Lo que te apetezca. Y nos dejamos de tantas indirectas impuestas, de tantas etiquetas sin talla, sin personalidad.

¿Por qué no vienes y me lo desmontas? El futuro, el pasado reciente, mi vida. Y le pegas tres o cuatro vuelcos a mis 'no sé'. ¿Por qué no vienes y me lo pones todo patas arriba? Y me dejas con el sabor del mañana. Con el gustillo ese que te sienta tan bien de volverte a ver.

¿Por qué no vienes y me buscas? Si sabes donde vivo. Si sabes donde encontrarme. ¿Por qué no vienes y me destapas? Y me dejas a solas contigo en la cama. Buscando cualquier recoveco de niña friolera. Buscando cualquier excusa de abrazo. Cualquier motivo para morder.

¿Por qué no vienes y nos hacemos un directo? De estos sin móvil ni cámara web.Y nos dejamos de tanto postureo fotográfico y nos empezamos a decir las cosas bien claras. Sin excusas ni filtros. A los ojos sin píxeles. A labios que no se vendan bajo un ya poco creíble `te echo de menos´, sino más bien, a unos ojos de estos que te miran a modo de `no te quiero perder´.

¿Por qué no vienes y me provocas? Y me incitas a que vaya a buscarte a cualquier sitio, a cualquier lugar. Tú que bien sabes como me gustas, ¿por qué no vienes y te insinuas? Y te dejas querer en cualquier trocito de sofá. En cualquier esquina donde no podamos escapar. ¿Por qué no vienes y me lo demuestras?

Todo eso de que eres muy buena amiga. Que eres muy buena amante. ¿Por qué no vienes y me lo cuentas?

¿Por qué no vienes...
si siempre te vas?

sábado, 16 de diciembre de 2017

El amor es leerse

A mí me gusta el amor que duele. Ese que siempre se queda hasta las doce. Buscando un buen huequito donde molestar. Que siempre tiene algo que contar. Me gusta el amor que se define como tuyo. Que se vende como nuestro y que encima, nos viene a joder el futuro reciente. El que viene a vendernos la moto de todo lo que yo ya sé. Un amor que inflinge las leyes de lo políticamente correcto y te planta un buen beso en la comisura de los labios. Dejándote siempre con ganas de más. Ese amor egoísta que da lo justo para no molestar, pero lo suficiente para volverte a enamorar.

El amor es injusto, desequilibrado. Sí, pero con la balanza siempre inclinada para el que menos ha de querer. Siempre tendiendo al lado de la cama que más frío se está. No hay quien la hace la paga, ni quien la pinte que la coloree. No hay juicio, ni civil, ni penal. Funciona con miedos. Que si te voy a perder. Que si miedo a no volverte a ver. No hay razón. Ni de ser, ni de estar. Todo bajo un libre albedrío que vete tú a quién le entras por el ojo, que vete tú a saber, de quién es la sonrisa de la próxima que te vas a enjuiciar.

El amor es inquieto, travieso. Siempre buscando las travesuras de un pequeño sofá. Las maldades de un domingo por la mañana. Los revoltosos desayunos de un fin de semana de relax. Al diablo con los própositos de manta y peliculita en el sofá. El amor de verdad no para. No piensa parar. Buscando siempre cualquier estímulo para volverte a ver. Buscando cualquier excusa para volverte a dislocar.

El amor es nostálgico. Vive del pasado. Del pasado reciente. Y se pone a recordarte todo, absolutamente todo lo que quieras rememorar. A mandarte imágenes de lo que gustó, a mandarte palabras que recordarás. Siempre buscando el puntito de retorno. Provocando esas ganas de volver a empezar. Dejándote algún mensaje por alguna diabólica red social. O escribiéndote tonterías por whatsapp. Es el amor de directo. De quiero estar contigo tras doscientos cincuenta caracteres que sustituyen la ansiedad.

El amor es atención, cuidado. De la de curarse juntos. A bocados de labios. A besos de hombros semidesnudos por culpa de una camiseta prestada que te queda ancha o cualquier camiseta de fútbol que te ponías para las fotos de instagram. De amores que terminan en
abrazos vestidos de "quédate, no te vayas jamás". Un día tras día de ganas. Un quiéreme que yo te voy a querer más. El amor es ganas. Ganas de levantarte con ella, ganas de volverlo a besar. Ganas con las que te acuestas y ganas de volverlo a escuchar.

El amor es leerse. Entre labios, entre líneas. Meterse en la mejor aventura de tu vida y que no tenga final. Como un buen libro donde la protagonista lee estas líneas,
y el autor se lo dedica tras esta sonrisa que él, 
le acaba de sacar.
¿A qué sí amor?

domingo, 10 de diciembre de 2017

Del verbo 'tú, yo, nosotros"


Me llegan las palabras tan frías como el tiempo. Al unísono de una canción indie que al fondo de mi habitación invita a la compañía, que se desea pero no está, a quedarse. Todo acompasado con el pronombre ella, del verbo, “tú, yo, nosotros”.

Y no es que estemos tirando a la basura todo el análisis morfosintáctico de golpe pero es que conjuga con cualquier pretérito pluscuamperfecto del verbo amarse. Muy reflexivo. Muy nuestro. Muy de darse. Mas que de acción me atrevería a decir que es de misión. No otra que la de aguantarse, con todos los posesivos de la ley. Con todos los determinantes pidiéndonos nombres.

Así se entiende el amor. Como una buena patada en todos los morros a todos lo que vinieron a vendernos frases. Que todo aquello que no rime con tú, yo y nosotros, nos viene al pairo. Que nos la refanfinfla. Vamos que ni ton, pero sobretodo, que ni son. Que ya está bien de tanto amor propio. Tantos selfies al orgullo. Que parece que nos duele los dislikes. Cuando lo que nos debería de doler es estar a estas alturas de la vida muy solo en la foto.

Que es muy bonito reírse pero no hay nada como reirnos. O eso de pelearse detras de 280 caracteres en Twitter pudiendo utilizar toda una lengua para pelearnos. De esas trifulcas que acaban en sofá. De esas peleas que acaban en un buen café por la mañana. Con una buena compañía de haberlas tomar.

Y no se trata de regalar. Se trata de recibir. Ni tan egoísta como el yo, ni tan pagafantas como todos los tú a secas. Se trata de tú, yo, nosotros. Así, todo junto. Lo que un día nos prometimos bajo el calor de una chimenea. Bajo los sueños de dos tontos enamorados a la edad de los veintipico. Se trata de tú.
De yo. Pero sobretodo,

De nosotros.

viernes, 1 de diciembre de 2017

El Amor es Tonto

El amor es tonto. Tontísimo. Crío. Absurdo. Muy fácil. Muy sencillo. Tan influenciable como infantil. Por eso quizás el amor joven se vive con más ilusión. El amor es tonto. No como insulto sino como sinrazón.

El amor es dejarse el raciocinio en otra parte. La lógica difusa de las relaciones en pareja. Querer a sabiendas de que te vayan a corresponder. Querer a sabiendas de que te vayan a volver a querer otra mañana más. Y sí, el amor es para tontos. Para todos esos valientes, atrevidos, locos que se han echado a la mar a darse bandazos de 'quieros' y mareas en mitad de una tormenta llamada amistad. El amor es de tontos. De esos que lo dan todo a cambio de 'ná'. De todos esos 'nosotros' que se buscan tanto como todos los posesivos "nuestros" que empezábamos a coleccionar. Esos 'nuestros juegos'. Todos 'nuestros te lo dije'. O todos 'nuestros besos'. Que un día, por cantidad, empezamos a dejar de contar.

El amor es de tonterías. De un día te hago cosquillas y de otro, una pelea en el sofá. De tontos discutiendo el nombre de un bebé aún por nacer. De tontos que se van a la cama a abrazarse sin más. Tontos que se buscan bajo la sábanas de un bonito hueco llamado hogar. Y de tontos que en invierno se remolonan los sábados por la mañana cada vez más.

El amor está lleno de sinsentidos. Leyes de la física que se caen a golpe de abrazos. Ninguna ecuación que venda lo bonito que fue buscarte entre tanta gente de la agenda del whatsapp. Tontos que sin decirse "me he acorodado de ti" se lo dejan caer con cualquier excusa tonta. Pero tonta de verdad. Pensadlo. Alguna vez fuistes tontos, o buscados por una tonta de verdad.


La de veces que nos hemos etiquetado como tontos cuando todo se acabó. Y la de veces que nos hemos llamado tontos cuando nos queríamos de verdad.

Ahora iba a dejarte un mensaje. Un mensaje corto, muy tonto

Te quiero, tonta.
Estoy seguro,
de que así,
me ibas a contestar.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Todavía

Todavía te beso. Y observo como te acercas despeinada, descarada, con alevosía y premeditación, en busca de robarme más pensamientos. Y acaparas el sofá de una tarde de sábado. Buscándome las manos para que te toque. Buscándome el amor para que me enamore.

Y todavía te siento. A kilómetros de distancia en una casa llena de silencios. Con unas paredes llenas de recuerdos. Porque todavía te miento. En cada palabra, en cada frase que me invento. Y ya no sé si es la melancolía o el arrepentimiento. De que hubo una vez que lloramos por no saber querernos. Pero todavía te pienso.

Dibujando cualquier futuro donde tú y yo eramos casi eternos. No queriendo tener mascota por miedo a los recuerdos. Y todavía me acuerdo. Del nombre que le íbamos a poner a nuestro primer perro. Coloreando las fachadas de la casa que un día nos soñamos. Porque todavía la sueño. Con un porche blanco en mitad de un verde campo. Donde nos prometimos vivirnos.


Como la de veces que nos prometimos que si fallaba mirásemos los recuerdos. La de veces que por miedo nos escribimos cartas con fechas de dos mil veinte. Diciéndonos perdón por algo que podríamos haber hecho. Porque todavía me acuerdo.

De cuando escondistes el perfume, las naranjas y la carta en el asiento. Y cuando fui a montarme en el coche la canción sonaba a Coldplay. Diciéndome "Fix you". Pidiéndonos otra vez un beso.

Porque todavía te quiero.

sábado, 21 de octubre de 2017

De mí, contigo

Me acuerdo de mí. De cuando yo sonría por verte llegar con la vergüenza entre tus mejillas. Me acuerdo de mí, cuando nos íbamos los dos a la cocina. A darnos amor del bueno. Ahí donde me enseñabas a ser tu hombre. Donde tu sandwich siempre era más grande que el mío. Me acuerdo muchísimo de mí, cuando salíamos al parque. A buscar la felicidad de un perro que le prometimos, como niños chicos ilusionados, un porche en mitad del campo.

Me acuerdo de mí. Mucho. Hasta tal punto que si te hablo me da la sensación que aún somos. Que aún estamos. Me acuerdo de mí, en esos momentos donde cometimos las típicas locuras de adolescentes. Me acuerdo de la piscina, de la fría Granada, de la agenda garabateada con nuestras aventuras. Me acuerdo de mí, buscando un hueco en tu cuarto, en tu cama, en tu mesa. Me acuerdo de tu último sujetador azul añil. Y de tu boca pregúntandome si era bonito. Me acuerdo de mí, callado. Buscando con mi mano cualquier zona de tu piel erizada.

Me acuerdo muchísimo de mí en tu cuerpo. Me acuerdo de mí y de tus besos. El binomio perfecto contra todo mal, contra todo pasado. Y me acuerdo de mí cuando empecé a fallar. Cuando no tuve el valor de. Cuando no fui lo suficientemente maduro para volverme a enamorar de ti. Y se me viene a la mente el peor yo dándote tus mejores lágrimas. Y me acuerdo de todo lo que aprendí escribiéndote cada dos días. 

Por eso yo hoy, estoy acordándome de mí. Muchísimo de lo que era nuestro. Y no he podido separar. Me he acordado de mí.

Tanto como de ti. Y en ese momento es cuando paro de escribir. Porque si hubo un día que te escribí bonito, esos fueron todos aquellos en los que me acordé de mí...

De mí, contigo.

viernes, 13 de octubre de 2017

Amor de Octubre

Irse despacio. Muy lento. Que ya nos vendieron relaciones rápidas. Que ya, ambos, nos conocemos las prisas. Que ya, ambos, nos hemos enamorado de alguna que otra estrella fugaz. Nada de amores, de infinitos prometedores, ni de cielos aparentemente azules. 

Nada de consumir amor. Nada de provocarse a las primeras de cambio, ni de amarse porque sí. Váyamonos conociendo a escondidas. Buscándonos en alguna que otra red social. Preguntándonos los miedos más que los besos. Vamos a merecernos. Mucho. A currarse todo el principio a fuego lento. A gestos más que palabras. Más de manos que de bocas.

Sin correr. Conteniendo las ganas en cualquier esquina de codicia. Incitando al frío que tarde o temprano llegará. Vamos a tomarnos este amor de octubre como el que esperábamos para todo un final de película. No nos demos cinco minutos, démonos una vida si hace falta. Que ya el caprichoso destino decidirá si somos tan para cual. Sí, tan para cual.

Porque vamos a sumarnos momentos. Vamos a estar, más que ser. Que no cuesta nada dedicarse. Que no cuesta nada la intención. Y cambiemos rosas por ganas. Celos por compañías. Cualquier ciudad por una Granada juntos. Vamos a cambiar los findes por sueños. La cama por tiempo. Las sábanas por frío. Y cualquier sudadera por abrazo. Cualquier te echo de menos por alguna de tus sonrisas mirando tímida a mi cara.

Y dormirnos los miedos que me contabas. Y quererte todos los defectos. Que yo no quiero que llegue el verano. Que yo quiero todo un frío invierno.
De estos largos. 
Que son nuestros y que, sobretodo,
Son para siempre.

Que son amor de octubre para todo el año.

domingo, 8 de octubre de 2017

Ana

Nombres. Al final de lo que se trata es de ponerse nombres. De etiquetas puestas al azar con tanta finura que el destino se encarga de enlazar. Una coincidencia como cualquier otra de la que si no estuvieras aquí leyendo, sería carne de cualquier libro de romances para olvidar.

Al final, uno se da cuenta de que en lo que fallamos es en eso de ponerse nombres. Nos minan los sustantivos. Con lo fácil que sería llamarnos como tal. Pues nada, estamos empeñados en el que si primera fase del "hola qué tal", que si ahora amigos, pareja tal vez, con derecho a, nos estamos conociendo, exnovio, mi primera vez. 

Llegan las noches y no sabemos a quien estamos besando. Y suena ridículo pero es que es así. A saber cuánta gente ha confundido a su amor, con su exnovia; su amor platónico con su amigo con derecho. A saber cuántos infelices hay ahora comiéndose los morros de cualquier amigo con derecho a. La cantidad de Marías, Marcos, Antonios, que están llorando solos en una cama cualquier relación estable, cualquier flechazo, cualquier rollo de una noche.

Nos mal llamamos muy mal. Y claro, cuando pretendamos ponerle adjetivos del tipo guapa, cariño o amor, ya no suenan igual. No conjugan ni con las ganas. El amor se va como anónimo. Y entonces cualquier nombre que nos pusimos, cariño, se olvida.

Como decía antes; con lo fácil que es llamarse por su nombre. Empezar a querer nombres y dejarse de tanto vocabulario inventado. Lo que digo es que, si quieres querer, empieces poniédole nombre propio. Que si es propio algún día no tendrás la necesidad de inventarse cualquier otro más común. Cualquier otro que suene a cualquiera.

Que si de verdad te importa, a eso que llamamos amor, ya no tendrá otro nombre más que el que le regaló su madre al verla nacer. Y ese debe de ser tu objetivo: quererla todos los días como si fueras a olvidarte de su nombre.
Se trata de dormirse junto a, no acostarse. Se trata de mimar, no tocar. Consiste en que todas las noches tengas ganas de abrazar su nombre. Se trata de quererse, sin etiquetas ni pantomimas del siglo XXI. Amor sin adjetivos pero con el nombre propio muy marcado. Quererse jodidamente bien. Enamorarse de un nombre, más que del hombre o mujer.

Sólo es eso, un puto nombre que tengas ganas de repetir una y mil veces. A partir de aquí leerse muy despacito como este final de texto. De despertarse, no de volverse a acostar. Se trata de tenerse presente para un futuro de a cada dos minutos. Que es el intervalo de tiempo que se recomienda entre abrazo y abrazo de sofá.

Porque míranos, al menos, a partir de ahora, sabremos que leer antes de irnos a dormir.

Tú, todos mis escritos.
Yo, Ana. Nombre que le pone título a este texto.
A este nuevo capricho.
Hasta que llegue un día, en que queramos llamarlo amor.

sábado, 30 de septiembre de 2017

Amor pirata

No es de princesas ni de príncipes. No es de colores azules y rosas. No es amor de película ni banda sonora que emocione. Nuestro amor no es normal. Y no lo digo como crítica. Lo digo como halago. No lo digo porque vaya a contracorriente, que también, sino porque, nuestro amor no es ni nuestro. Es amor robado. Tesoro escondido en cualquier trópico. Abandonado por un naufragio que ni tú ni yo provocamos.

Nosotros nos encontrábamos en la deriva. En cualquier excusa de altamar. Bajo unas grises nubes, nuestro amor se enfrentó a tormentas. Nos intercambiamos miradas. Nos vendimos besos. El ron corría de nuestra cuenta. Y nos emborrachamos de amor sin saber beber, sin saber querer.

Nos engañamos. Como en ningún cuento. Saqueamos cualquier ilusión. Nos apropiamos de los mejores tesoros de la piel del otro. A ti te gustaba mi barba. Yo buscaba tus lunares. Tu me mordías la oreja. Yo te desgarraba el vestido. 

Peleamos toda la noche buscando el honor, el amor, el beso. Y a la mañana siguiente ninguno creía en sirenas ni caballitos de mar. Ya no había aguas donde huir ni paraísos de inmensa soledad. Ya el amor no lo queríamos de castillos y dragones sino de verdades que duelan. 

Queríamos amor de verdad. Estos amores que se negocian sin perder ni un ápice de magia. Sin perder patria ni autenticidad. Amores piratas que conquistan sin banderas, sin caras bonitas ni maquillaje de calaveras. Queríamos amor salvaje, de lucha cuerpo a cuerpo. De los que cuando se pisa tierra, se eche de menos el mar.

Amor, nunca te fíes de las palabras de un pirata.
Porque a la altura de estas líneas,...
te puedes llegar a enamorar...

domingo, 24 de septiembre de 2017

Fea

Seguro que vienes. ¿Ves? Ya estás aquí. Dándole sentido a lo que iba a escribir. Seguro que vienes a robar alguna que otra carantoña de sofá. Seguro que vienes para quedarte. A pedirme, que nos quedemos. Seguro que acaba en abrazo. En cualquier hueco de tu piel. Seguro que ahí nos perdemos. Va, paro, quédate.

Si lees que no sea porque yo te lo avisé. Que si te consumes en un par de letras que no sea porque las palabras te vayan a doler. Que si el pasado ha venido a robarte la dignidad, que no sea el presente el culpable de todo mal. Que si lloras, no sea porque no te lo advertimos. Que si guapa, que si princesa, mi vida, cariño, amor, todas duelen cuando no se pronuncian bien. Cualquiera podría haberte engañado con sustantivos. Cualquiera podría haberte enamorado con cualquier adjetivo. Perdiendo así, cualquier posibilidad de conocernos. Perdiendo así, cualquier oportunidad de querernos bien.

Si estás aquí que no sea porque no hay otro sitio donde mejor estar. O porque no hay sitio donde mejor amor te ofrezcan. Si de todas formas, ya nadie sabe definirte el amor. Y ya casi nadie sabe hacerlo. Ni teoría, ni práctica. Ya el amor no se estudia. Se improvisa. Por eso cualquier gesto que venga de ti me tiene en vilo. Porque ya no sé si es amor o cariño. Si es intención o casualidad. Cualquier sonrisa tuya ya no sé si es cielo o infierno. Si me sonríes...

Si me sonríes que sería de mí hoy. Un día que lo pusimos antes del lunes para darnos las buenas noches en cualquier cama de hogar. Que sería de mí si me besas. Esperando cualquier otro después. Que sería de mí si me tocas. Si decides abrazarme con sudadera cualquier día de estos que llamamos tontos. Esperando cualquier frío de este principio de otoño. 

Estoy seguro de que si todo dependiera de una palabra o expresión seguramente no sería la de te quiero. Infinidad de veces dicha a cargo de conciencia. Infinidad de veces dicha sin corazón. Más parece una promesa en estos tiempo que una acción. Te quiero. Como si tuviera que decirse miedo a olvidarse. No. Desde luego, no sería la más adecuada.

Si tiene que ser en una palabra que sea la que más te haga enfadar. Una palabra que te haga sonreír y pegar a la vez. Que tenga, no sentimientos, sino intención. Que no se quede en un te lo dije, sino en un te lo voy a soltar. Fea. Eso si que no tiene parangón. Dicho con sutilieza, cualquier cosa que venga atrás está hecha con amor. Nunca acaba mal. Siempre te saca una sonrisa. Ya con eso compensa cualquier te quiero prometedor. 

Fea, como si acaso lo fueras.

Fea. Porque siempre respondes así. 

Así de guapa.