lunes, 29 de febrero de 2016

Fuerza multiplicado por tiempo

Quizás no sea suficiente. Pero no se puede negar que es estrictamente necesario. No hablo de fuerza como tal. No es fuerza de la que duele, de la que empuja, de la que maltrata sino más bien la que se mide con voluntad, con cariño. Fuerza de la de luchar. Contra el miedo, contra cualquier decepción. Contra cualquier pronóstico. Y no. No es el tiempo que utilizamos de excusa, el tiempo que nos pedimos cuando ya no nos queda nada. Es más bien el tiempo que transcurre, el tiempo que nos dedicamos, los instantes donde nos entregamos cuerpo a cuerpo. Allí donde siempre nos dejamos chocar.

No es cualquier fórmula física, ni tiene consigo dotes de ser la pócima contra todo desamor a punto de explotar, pero esconde, y no solo en el título, aquello que siempre nos motiva a dar un pasito más. Me atrevería a decir que son las décimas de segundo justo antes de un beso en la mejilla, de la sonrisa precedente a un piropo sobre tu lunar o cualquier gesto de cariño a punto de acelerar amor.

Porque no es el amor lo que en principio toma velocidad, sino miedo a volverse a equivocar. Y por eso se hace más importante que nunca darse fuerza en cada intervalo de tiempo. Porque al final de lo que se trata es darse apoyo en cualquier etapa "treinteañera" de tu relación. Al final consiste en buscarse un hombro donde llorarse tanto como se rió a los jóvenes "veintipico". Al final, no se trata de tener. Sino de Impulsar. Llegarse a los "sesenta" muy queridos. Muy abuelos. Muy amados.

Y para eso vamos a necesitar dos manos, tan ajenas como cercanas, que nos lleven a cualquier rincón de la cama a darnos una bonita fuerza de rozamiento. Al final se trata de mirarse a los ojos tanto como valorarse los defectos. Se trata. si se me permite la expresión, hacerle el amor al amor. Beber de los besos del otro tantas ganas como verdades. 

Porque es tan fácil como mandar tres palabras pagadas a los labios de aquella mesa. Invitarse a una vida. Convidarse todas las noches en mil caricias. Perderse con los dedos entre tu cabello todas las mañanas mientras aún duermes. Al final se trata de, en cada segundo, darse fuerza multiplicada por tiempo.

De que haya cantidad y más cantidad de movimiento. Pero con toda la calidad que se merece tu esfuerzo, tus besos, tu sonrisa, o como quiera que se llame aquello que aún no tiene ley física pero que atrae, independientemente de la edad, independientemente de la distancia, del destino. Independientemente de la fuerza. Pero sobre todo; independientemente del tiempo.

jueves, 25 de febrero de 2016

Equivocarse Mucho


No me fío de nadie que todo, absolutamente todo, lo hace bien. Ni de aquellos o aquellas que saben más que hacen. No me fío de la gente que no comete errores y muchísimo menos de aquellos o aquellas que nunca han tenido un traspiés, que nunca se han equivocado, que todo lo han hecho bien.

Sí. Odio a la gente perfecta. A esa que nunca han sufrido un mal de amores. Todos esos narcisos del amor que nunca han llorado. Me da terriblemente pavor cruzarme con toda aquella que siempre tiene un "porque yo" en la boca. Miedo a todas esas que el ego le viste de prada. Que el diablo le besa los pies.

Sin embargo me encantan las imperfecciones. Ese lunar que está ahí para romper con toda la hegemonía de la cara. Me gusta una mujer sin maquillar, una camiseta ancha sin sujetador. Un domingo nublado. Una lluvia en mitad de julio por la playa. Me encantan los errores, los cometidos y los que están aún por cometerse. Porque nos devuelven de una sola hostia, toda la lección de golpe. Son los que miden la equivocación de una relación. Porque amar es equivocarse mucho. Porque amar es, solucionarse muy juntos.

Y me atrevería a decir que los mejores amantes son aquellos que se han equivocado mucho. Los que han sufrido de lo lindo. Creo que se ama mejor, cuanto más veces hayas besado el suelo. Contra más veces se haya tropezado con la misma piedra. Por eso me gusta valorar a las personas por sus errores. Por todas esas veces que se han tenido que levantar una y otra vez.

Por eso nos gusta tu lunar. Por eso nos gustan vuestros defectos. Porque nos encanta tu singularidad. Aquello que os hace única entre un montón, de falsos aciertos. 

martes, 23 de febrero de 2016

No te enamores

Hazte un favor, no te enamores. Si de verdad ésto de amar no es lo tuyo, ni nadie ha venido a reivindicarte, no te vendas al peor postor. Si las cosas no funcionan y todo ha sido más capricho que destino, lárgate. Búscate un hueco entre algún error cometido y una oportunidad desperdicia. Por que ahí, ahí es donde hay que empezar a valorarse. Entre algún fracaso no muy lejano y todos los dependes que se dejaron soltar como veneno aséptico a los labios de algún o alguna inocente.

No os lo toméis como regañina. De hecho, probablemente, no tengáis ni la culpa. Porque ésta siempre se la encasquetamos a los demás. Da igual lo que se haya hecho, que todos coincidimos, al final de cada decepción, que ésto del amor era unidireccional. Como si nos excusara de toda condena. Como si tuviéramos que demostrar que fuimos buenos allí donde no supimos portarnos tan bien. Y no, no es un eufemismo de cualquier noche.

Porque si de verdad te pones a pensar, allí donde nos peleamos siempre acaba en la misma cama. Hasta que un día ya no se puede más, y acaba deshecha, y con arrugas imposibles de ocultar. Creemos que sabemos todo sobre el amor, pero así, en malas palabras y con total sinceridad: No tenemos ni puñetera idea.

Es más, no sabemos ni con quién. Aunque eso, viendo la televisión un poco, parece que poco importa ya. Y no, no tenemos solución. Esto no es un post de autoayuda ni yo soy un gurú del hamor. Equivocarse siempre ha formado parte del plan. Pero si de verdad quieres que te quieran, la solución no es enamorarse.

La solución es, dejarse enamorar.

lunes, 22 de febrero de 2016

Darse Credibilidad


Se lleva la incredulidad por bandera. Ahora, todo amor sabe a plástico. Últimamente, todo caduca. Pues ahora es cuando precisamente hace más falta éso. El quererse por adelantado. Como pagar un anticipo de todo lo que se pretende dar. Una fianza puesta al corazón de la otra persona. Darse confianza. Que mucha gente lo confunde con fingirse mucho. Perdiendo así toda credibilidad.

Cuando las cosas aún ni hayan empezado, cuando los besos ni se hayan rozado. En ese momento donde las miradas juegan tanto como el olfato. Donde el amor se sirve en copas de buscarse. Ahí donde las confianzas aún no dan asco. Ahí es cuando más hay que prestarse. Ahí es donde más hay que estar. Ya no te digo ser sinceros, sino exigirse más allá. Algo así como 'sinperos'. Que se sienta de verdad que se quiere amar.

Porque al final de lo que se trata es de hacer el amor tanto como darse credibilidad. Que no darse visibilidad. Porque no vale con creérselo o posturearlo, es que además hay que serlo, y sobre todo, estarlo. Nos han enseñado tantos 'se acabó' que ya todo principio suena a final feliz. Como si lo que aún está por empezar, que podría ser magnífico, tuviera ya puesta la fecha de caducidad. Como si esas miradas no sirvieran tanto por culpa de unos intervalos de confianza que se partieron en trocitos más pequeños imposibles de volverlos a juntar.

Y al final resulta que desconfiamos más del que menos tenemos que desconfiar. Las confianzas que nos tomamos, sin embargo, con aquellos que mejor nos supieron engañar. Que al final todo lo que se diga cuenta, según que boca y que cuerpo nos lo vaya a promocionar. Somos la sociedad del depende. De las etiquetas fisiológicas. Del prejuicio inicial.

Es increíble pero se ha dejado valorar el todo por el nada. Ya no nos creemos. Podríamos querernos mucho pero siempre tenemos un 'no sé' puesto en una excusa disfrazada de cualquier mes, de cualquier día, de cualquier momento. No se busca amar. Se busca tranquilidad. Con la idea equivocada de que son dos cosas totalmente diferentes, cuando no es verdad.

No se busca una persona que te complemente sino alguien que pague una fianza por ti muchísimo mayor que la propia verdad. Porque ésta ha perdido valor en cualquier momento de la relación. Por eso voy a romper una lanza en favor de aquellos y aquellas que lo dan todo nada más verse. Aquí una declaración de intenciones a los que vienen a confiarse de lo lindo.

Mis felicitaciones a toda aquella que vino a dejarse querer. Porque entonces no habrá prueba mayor de amor que aquella de darse confianza. Incluso antes, de darse amor.


sábado, 20 de febrero de 2016

Potencia partido por Resistencia


Me acuerdo de la ilusión que desprendíamos, saliendo de cada poro de nuestra piel. Dejando un ambiente de calma, serenidad, de querer estar juntos allá donde se fuere. Me acuerdo de los besos de sábado tarde. Todos los que nos invitamos cada vez que llegaba un poquito de buen tiempo. Un poquito de estar juntos para dedicarse. Los mismos minutos y segundos que nos los gastábamos uno en el otro. Como si fuera la paga de la semana. Invertida en el mejor sueño de cada noche. Creo que no recuerdo mayor satisfacción. La sensación de haberse querido bien. De haberse recordado mejor aún. La potencia con la que amábamos. La poca resistencia que nos poníamos a dejarnos querer.

Al final te das cuenta que lo importante no es la duración sino la intensidad. Que en la fórmula no existe el tiempo. Se observa que contra más potencia, mayor intensidad y que contra menos te inhibes, mayor se sentirá. Increíble como una fórmula física nos puede dejar caer la electricidad de una relación. El quererse con muchos vatios de potencia, el dejarse llevar con poca resistencia. Al final no se trata de saberse enamorar, sino de formularse mejor.

Encontrar la simbiosis perfecta entre te quiero y ya no te quiero. Conocerse entre todos los 'síes' y todos los 'noes'. Quererse y dejarse querer sin medir segundos ni distancia 'añorable'. Resistirse más allá de una simple boca. Devorarse, más allá de una piel. 

Por eso se nos acaba todo cuando ya no hay potencia. O cuando todo el querer de uno no se puede dividir entre cero. Cuando nos resistimos demasiado o cuando a la relación no le echamos bemoles.

Menos mal que siempre nos queda este rinconcito de la semana llamada sábado por la tarde. En esa humilde y cálida esquina del sofá. Donde la intensidad siempre ha sido potencia partido de resistencia. 

Donde tú y yo interactuábamos con gusto. Hablando de nosotros. Besándonos sin besos. Abrazándonos sin ropa. Queriéndonos, conociéndonos. Produciendo electricidad estática. Electrocutándonos de amor. Del bueno.


jueves, 18 de febrero de 2016

Fíjate qué Tontería


El amor es para aquellos que se dejan encantar. Para todos los 'dispuestos a'. Para todas esas chicas inteligentes vestidas de 'dejarse querer'. El cariño es para los que se dejan tocar. Los que disfrutan de las primeras horas de besos por las mañanas. De toda aquella que se deja mimar con gusto.

El amor es, fíjate que tontería, para quién llegue antes y se lo pida. Con la cláusula firmante de que no podrá ser devuelto. En todo caso compartido. El amor es para los valientes. Las que arañan espaldas a conciencia de que los besos serán más intensos, rozando las mordidas de unos labios que acabarán con la cara llena de pintalabios. El amor es para quien lo hace, con todo el beneplácito de quien lo recibe.

Y es que a veces los pequeños detalles son los más brutalmente descarados. Como si la valoración de afecto fuera inversamente proporcional a toda la intencionalidad. El refrán ese bien dicho que dice "sin querer, queriendo." Y ahí te ves, en los bordes rojos de aquella que acaba de pronunciar tu primera mayúscula. El acto más humano y primitivo de dedicarse tiempo. El hecho de que todo empieza como casi sin intención.

Probablemente la prueba más dócil de que el amor es tan espontáneo como un acto involuntario. Un clic que se activa en el subconsciente de cualquier torpeza que va de la mano de las costumbres del día a día. Y es que, fíjate qué tontería:

Me gusta cuando me llamas por mi nombre.

martes, 16 de febrero de 2016

Hoy, Cualquiera de Febrero


Entre lo vivido, lo que se vive y lo que queda por vivir, siempre me ha gustado lo que queda por venir. De todos los momentos mágicos, de cuando estás agusto con una persona, los momentos sofá a la luz de una chimenea, o habitación a oscuras donde las manos ven más que tocan, o el momento paseo por cualquier ciudad desconocida, a mí siempre me ha gustado el después.

Como hoy por ejemplo, ¿no?, un día cualquiera de febrero, después de San Valentín. El anonimato de un tiempo que nadie valora y que en realidad vale oro. Ese instante que viene detrás de todo lo efusivo, de todo folclore. Los tiempecitos de después de una gran guerra en la cama. Los tiempos de después de un largo tiempo sin vernos. Las horas finales de una tarde que se ha pasado volando con tus besos, tus abrazos, todas tus sonrisas.

Siempre me ha gustado todo lo que venía detrás. El tiempo de pensarse cómo hacer para sorprenderla de nuevo. Esa obsesión, sin pretender serla, de amarte una y otra vez. Pedirse a sabiendas que nos acabábamos de despedir. Yo siempre me quedaba con éso. Con volverte a ver. Por eso siempre me ha gustado valorar el tiempo de extra de toda relación.

Valorarse más allá del presente y preguntarse si quererse a las espaldas es igual de importante que decirse te quiero a la cara. Siempre me han gustado más lo besos a destiempo. Los abrazos sin avisar. Los últimos minutos de todos tus "no te vayas". Pero siempre he querido volver.

Por eso me parece hoy un día especial. Un cualquiera de febrero. aún nos queremos.

domingo, 14 de febrero de 2016

Nos Queda el Resto del Año


Perdonen por llegar tan tarde. Mis disculpas a todas las personas que hicimos esperar. De parte de todos aquellos a los que este día nos da tan igual, lo sentimos. Pero mucho. No tenemos excusas. La verdad es que la culpa es nuestra. No por hoy. Sino por todo lo que amamos el resto. El resto del año.

Es que no sé como se resume en un día. Da igual desde donde empezamos. Cuando fue nuestros aniversario, nuestras primeras palabras, besos, amores. No sé en qué momento comenzamos a dividirnos las ganas, sumar abrazos, multiplicar intenciones. Ese día que lo marcamos en rojo por lo San Valientes que fuimos. Donde no importaban las fiestas, el día, los aniversarios. Donde empezamos a valorar el resto.

Todas esas cositas que no se fotografiaron con hashtags. Esos detalles que no tienen fama, ni posts hablando de ellos. Las manías que enamoran que no tienen recuerdos en ninguna red social. Todos esos besos sin botones de compartir. Aquellos momentos sin retweet, sin adornos, ni frases sacadas de cualquier canción bipolar.

Por eso hoy más si cabe me acuerdo del resto de esta división. Donde no se trataba de ser denominador ni de llevarse una. Sino de ser conscientes de que lo importante es el resto. Porque lo importante no es lo que se da. Lo importante es lo que se queda. Ese final de cuenta que intentamos nunca dejar a cero.

Que da igual el papel de regalo, el dinero que se ha dejado en sonrisas. Que si hay que poner yo lo pago. Que si falta, yo lo pongo. Aunque esté todo el año sin caprichos. Porque no se trata de ser feliz el catorce de febrero, el diecisiete de marzo o el veintiuno de agosto. 

Lo importante es estar el resto del año. Sonreir cualquier dos de mayo, pasearse por cualquier calle bañada de hojas secas cualquier dieciocho de octubre. Morirse de amor todo el resto del año. Hablarse muchísimo más días. Escribirse muchísimo menos.

Porque todo se entenderá, todo quedará muy clarito, cuando tu leas:" Feliz Resto del Año" y vea que poco importó el regalo si lo que te hizo feliz fue verme de nuevo. Cualquier día del año.


miércoles, 10 de febrero de 2016

Cualquier Discurso de Amor


Nos sobran. Nos llenamos el saquito de pretendientes que da gusto, y luego claro, luego nos sobran. Vivimos rodeados de cualquieras hablando de amor. ¡Porque ya cualquiera habla de amor!. Como si hablando trajera intrínseco el saber. Me los veo ahí, vestidos con sus mejores galas escribiendo de lo que menos saben hacer, de lo que más saben mancillar.

Y te las ves luego a las otras frías, distantes, recelosas de cualquier discurso de amor. Ya se ven desconfiadas, tristes, desilusionadas porque le vendieron cualquier patraña muchísimo más forzaíta que el día de San Valentín. Porque le escondieron una gran mentira con una tremenda verdad. 

Y claro, ya la verdad no hay quién se la crea. Vivimos rodeados de gente que nombra el cariño como principio de lujuria. Auténticos juglares que pronuncian amor con 'S' y terminado en 'exo'. Y no. Ya no les vale con todo sexo. Ahora lo que quieren es, y encima exigen, tiempo.

Ese discurso del amor que se lleva ahora de que una persona tiene que dar la vida por otra. De que dos, se tienen que fusionar en uno. Oye mira, no. Dejemos bien clarito que, ni todo lo mío es tuyo, ni todo lo tuyo es mío. Que no se trata de amar a ciegas, sino de compartir a medias. Aquí no se trata de dar los mejores besos ni los mayores regalos. Se trata de ser uno mismo donde estábamos antes de que nos fuéramos a cruzar. 

Cada semana que pasa nos vamos dando cuenta que es cada vez más difícil hablarnos de amor. Casi esperando la primera mentira, como escondidos entre los arbustos esperando la primera señal de desilusión. Ya no amamos. Ya sólo nos conformamos con ser protagonistas de cualquier historia de idiota y viceversa. Conseguir el premio a la mejor protagonista fingida del país.

Y terminar el discurso llorando de emoción. Dedicándole la estatuilla a tus amigos y amigas, a todo aquel que sirvió de pañuelo de lágrimas, a tu perro, tu gato y tu despensa de chocolate. Un saludo a todas aquellas personas que confiaron en mí. A mis hermanos, a mis discos de música, camiseta favorita, y a todo el que se dignó a ver mi película, gracias.

Y salir del escenario entre aplausos. Entre 'no pasa nada'. Entre 'todo llegará'. Porque observando, he visto que cualquier discurso de amor os vale, salvo al parecer éste que se dice a la boca, en una noche de tremenda sinceridad, sin florituras, sin cuentos, ni promesas que volarán. Ese discurso de amor breve pero muy emotivo que dice:

"Te Quiero de Verdad".

lunes, 8 de febrero de 2016

El Amor De Cualquier Día


Gente que viene, que te dice, que te exige, te compromete a un abrazo. Gente que se queda, al 'laíto' tuya en una cama de a dos. Gente que viene, se queda, no se va. Y encima te besa, te abraza, se esconde bajo tu cuerpo. Que te abraza las noches, te rodea la cintura, te acarician con sus manos, te mantiene despierto con sueño. Perdón, con muchos sueños. Hoy, en este cualquier día del año.

Gente que se va. Pero se va contigo. De viaje. A vivir momentos. A moverse las maletas, el corazón, las ganas. A poner patas arriba tu rutina. Gente que visitan lugares agarraditos de la mano del o la que nunca se quisiera soltar. Otras fuentes donde besarse, otras calles donde dejarse querer. El irse juntos. El dejarse ir acompañados. El sumar tantas fotos como quererse repetir. Acabarse el álbum del interés y empezar el de comprometerse.

Gente que te elige. Que te pone el primero de su lista. Que lo da todo por ti. Que no se avergüenza de tenerte a su lado. Que quiere estar contigo. Que quiere elegirte siempre. Ponerte las íes sobre los puntos, los refranes como le venga en gana, el sexo como nos salga del corazón.

Gente que decide cuidar tanto lo suyo como lo que se ha convertido en nuestro. Mimar cada primera persona del plural. Gente que nos vende el amor como posible. Los desayunos en cama como reales. Los besos de buenos días con permanente justo detrás de una alarma de despertador que suena para dos. Gente que nos comparte el cariño. Y luego si se pide más, se tiene.

A mí esa gente de cualquier día me enamora. Sin tener que ser catorce de febrero, día de aniversario o coincidencia en red social varia. Gente que no quiere ni por el tiempo, ni por la fecha ni por la novedad. Que apuesta por ambición. Que se te acerca cualquier día del año.

Hoy. Podría ser hoy. Podría ser ya. Una nota en la esquina de la mesita de tu habitación esperando a decirte hola, te quiero, te veo a las cinco, volveré pronto, llámame, te necesito, buenos días princesa, mi fea, tonto, guapo, gracias...

Porque al final no se trata de cualquier día como pedía reclamando el título. Al final se trata de cualquier cosa. De cualquier gesto. De cualquier muestra de intención.  

sábado, 6 de febrero de 2016

Delicia de Manzana


¿Qué hago con el perfume de Yves Rocher con olor a delicia de manzana? ¿Qué hago con la lista de cosas que te gustaban y te faltaban? ¿Dónde guardo las zapatillas de la talla 38 de pie que pediste en cualquier foto, en cualquier momento, en cualquier lugar? ¿Qué hago con todos esos caprichos que apunté y que quería poquito a poco hacerte cumplir?

Dime dónde me guardo todos tus gustos. Como me olvido de ti. Como uno se desprende de tu esencia, de tu presencia, de tu 'nunca estás'. Ya la lista yace en un papel arrugado con rabia y dolor en una papelera de mi cuarto pero el peluche de tu película favorita sigue pasando frío en un rincón de mi habitación. El papel de regalo aún por liar esperando en la esquina detrás de la puerta. El celo aún intacto esperando juntar extremos del mismo papel con cariño de ser destrozado. Los guantes aún por probarse en tus manos.

Si no teniendo la lista, aún me acuerdo de tus gustos dime qué hacer para olvidarnos del todo. Que tengo que hacer para guardar el marco de fotos donde íbamos los dos abrazados. Y lo peor de todo. Dónde escondo todo lo inmaterial. Tu sonrisa. Las miradas del tren. Dónde guardo la timidez de los primeros días. En qué armario me caben tus besos.

A ver dónde te guardas mis textos. La noche donde dormimos juntos. Aquella donde nunca se llegó a ver el final de la película. Aquella donde yo te regalaba un gel con olor a manzana. Aquella mañana donde tú lo estrenabas en la ducha de mi apartamento. 

Dónde desnuda te desprendías de la toalla de tu personaje de ficción favorito y me pedías un beso. 
Y yo te lo daba. Y todo lo guardaba. Yo todo lo guardaba...

jueves, 4 de febrero de 2016

En Principio Te Quiero


En principio te quiero. Y digo en principio porque he venido a mojarme lo mismo que ustedes. Aquí donde nos vemos pidiendo y exigiendo amor, somos los primeros en ocultarlo. Como decía aquel día: hay miedo en el ambiente. Filofobia: miedo al amor

O mejor debería de decir: Miedo a que nos pillen amando. Leerse a escondidas sí, eso mucho, pero que nadie nos descubra el querer. De ahí que haya más ironía que verdad. Más sexo que amor. Muchísimas más frases dedicadas al que se fue, que al que viene. Por eso hay más besos que días. Porque vivimos el amor lo que nos dura un principio.

Somos así de relativos. En principio te quiero. Y ya interprétalo según como te despiertes, según como te venga en gana. Lo que nos cuesta expresar los sentimientos. Decirle al mundo lo que se necesita. Y lo que más molesta: lo superficiales que somos. Y lo que es peor, lo vulgarmente escrupulosos que somos con quién lo dice. La importancia que le damos al nombre en vez del al hombre. Claro, así nos va...

Que la misma frase dicha en otra boca ya no os suena igual. Porque estamos colmados de etiquetas. Por eso cuidamos ya hasta los "me gusta" del facebook vaya a ser que me pillen dándole un like a ese cualquiera vestido de nadie. Temerosos de que os postulen como amores de por vida.

Ignorantes, aquellos que no saben decir sí o no. Que se esconden en un "en principio te quiero". Nos hacéis perder el tiempo con toda vuestra inmadurez. Porque crecer es aprender a tomar decisiones. A decir no cuando no se quiere. A demostrar un sí cuando sí se desea. Repito, Nos hacéis perder el tiempo con todos vuestros principios que no acaban en nada.

Lamento que ya no nos digamos Te Quiero sin ponerle principio ni final. Lamento que ya no se mire a los ojos y que el amor se decida en una noche, en una cama, en unas sábanas. Lamento que en principio nos quisimos.

Ojalá, algún día, y sobre todo, al final, se quiera.

Cuando Dormir es Despertarnos


Me gusta cuando dices "ven". Cuando tomas la iniciativa, la inercia, la energía de acercarte. Ese momento donde con un dedo en tus labios me pides silencio. Me encanta cuando decides por nosotros. Un ejemplo más de que te curras todo lo nuestro.

Me gustan todas las líneas de tu cuerpo. La de tus labios. La curva de tu espalda. Me gusta tu silueta. El perfil de tu cara visto en la tenue luz de la noche. Cuando duermes en mi lado de la cama y yo te escribo desde el escritorio, embobado mirando a la pierna desnuda que se deja ver por las sábanas que desordenas con tus brazos. 

Adoro, bajo la luz de esta luna, todos los besos que das por las mañanas. Los abrazos. Me encanta tu frío siempre pidiendo un poquito de mi calor. Adoro los momentos. Los "no te vayas". Me encantas despeinada, con sueño, con los ojos sin maquillar, con mi sudadera, mi pijama, con ropa ancha. La frescura de tu piel. El tacto de tu cuerpo. Tan suave, tan lindo.

Es que despertándonos eres guapísima. La seguridad que das por las noches. La confianza que da dormir contigo. La sensación de que mañana por la mañana habrá besos. Que la noche no se acabó. Que el día no ha hecho más que empezar. Y que se ha empezado contigo.

Es que despertándonos así apetece quererse un día más. Es que despertándonos así, cualquiera dice "no" a que deje el lápiz y me meta en la cama, ya, ahora. Es que despertándonos así....

Cualquiera se enamora.

martes, 2 de febrero de 2016

El escriba de un niño


Mira que he escrito mil veces. La de cientos de veces que he cogido unos folios en blanco, un lápiz y he dejado explotar la imaginación. Lo que sentía lo contaba. Lo que me gustaría que me pasase lo adornaba. La de veces que me he sentido dueño de mis sueños y he escrito lo que me venía en gana. Pero nunca, jamás, he sentido ser, el escriba de un niño.

Las circunstancias. La casualidad. Probablemente el azar. Él utilizó la palabra "amigo" para llamar mi atención. Y allí que casi por inercia fui. Al lado de su gotero me senté a preguntarle que quería, que necesitaba. Un pequeño con gafas y una vía en su mano derecha me miraba y me pedía por favor si podría escribirle algo a la vez que levantaba su mano desnuda y repleta de tubos inyectados a sus venas.

- Claro que sí - dije sin pensarlo- un momento que coja un folio y algo para escribir.

El pequeño esperaba mi llegada enfrente de la pantalla de un ordenador donde se dejaba intuir una imagen con una frase en mayúsculas en su interior. Una vez me senté delante de él, empezó a contarme su propósito. 

Quería escribirle a sus amigos unas frases de amistad y claro, él, no podía. Precisaba urgentemente un escriba que copiara sus sinceras palabras. Mientras yo me convertía en el escriba de un niño empecé a valorar todas las lecciones que me dio en un momento casi sin querer.

En primer lugar la amistad. No me conocía de nada y me dijo amigo. Probablemente nunca nos volveremos a ver pero ese lazo ya no hay quién lo rompa. También me hizo ver que a los amigos hay que dedicarse. Él, allí hospitalizado, sacaba un ratito para Teresa, Miguel y Maite, los destinatarios de las cartas que yo le escribí. Con los amigos no sólo hay que ser, hay que estar. Hay que sentirlos.

La segunda bofetada de ética que me dio aquel enano fue la de pedir ayuda. No se es inferior por pedirla. No se es menos por no poder más. Siempre hay solución para un problema. Y la solución de su gotero eran mis manos con un lápiz entre ellas.

Y la tercera y última guantada con la mano abierta: Crecer es aprender a despedirse. Parafraseando a R.M. Crecer es aprender a despedirse. Tras encontrarse indispuesto, recogió sus folios grapados, y se marchó. Descubrí que las despedidas duelen pero que, a fin de cuentas eso nos ayuda a crecer. 

Espero que le vaya bien en la vida. Sus amigos tienen una buena persona a su lado. A partir de estos renglones, ya para siempre,

                      Tuyo,

                                        El Escriba de un niño